miércoles, 28 de mayo de 2014

CAPITULO 1: PLACERES MADUROS

Paty (diminutivo de Patricia) y sus dos amigas habían salido a cenar. Las tres tenían más de 40 años, eran mujeres modernas, interesantes y elegantes. Una de ellas era soltera, la otra divorciada hacía 3 años y Paty, la mayor de ellas, tenía 45 años y estaba divorciada, ¡dos veces! De su segundo divorcio hacía casi un año.

Lo llevaba bien, tenía una muy buena relación con su segundo ex marido, aunque no así con el primero y padre de sus dos hijos. Tuvo una vida muy complicada con él y tenían que guardar las formas por los hijos, pero lo único que le provocaba era indiferencia.

Con su segundo marido había tenido un buen matrimonio durante muchos años, pero los problemas económicos, laborales y se supone que los años en común, la rutina, acabaron con el amor que un día se habían tenido. Se querían mucho pero ya no estaban enamorados, así que decidieron con dolor separarse y divorciarse.

Fue duro en aquel momento, pero fue una buena decisión. Ambos eran jóvenes todavía y tenían derecho a rehacer sus vidas. Pero seguían queriéndose mucho todavía, eran buenos amigos y se ayudaban mutuamente, siempre que les era posible.

En la mesa de al lado, casualmente, había tres hombres agradables y simpáticos, que intentaban ligar con ellas. Sus amigas coqueteaban, eran un poco más abiertas y frívolas que Paty. Pero ella no “estaba por la labor”, todavía no había tenido ninguna relación ni ningún amante después de su divorcio. Como no quería ser “aguafiestas,” siguió las bromas y la verdad lo pasaron muy bien, pero Paty les recordó que habían dicho que irían a bailar y se estaba haciendo tarde, así que se despidieron y se fueron a la discoteca.

Pensó en la vida de soltera que llevaba, mientras sus amigas hablaban y hablaban (estaban un poquito “alegres”), en las personas que había conocido desde que se había divorciado. Varios hombres le habían pedido salir con ella, pero a ella no le gustaba ninguno: uno porque era calvo, el otro con bigote, el otro tenía barriguita, el otro no sabía bailar, el otro sólo hablaba de fútbol, otro fumaba, otro era demasiado bajito, otro demasiado joven, otro demasiado viejo, otro……

En fin, a todos les encontraba defectos y ella se decía a si misma que quizás lo que pasaba era que en realidad todavía no quería estar con nadie, que estaba muy bien sola y no tenía ninguna necesidad de complicarse la vida.
Y así era, en efecto. Realmente le gustaba la vida que llevaba: su trabajo, su casa, su coche, ir al gimnasio y hacer natación, leer un buen libro, escuchar música, ver buenas películas, estar con la familia y los amigos y amigas y sobre todo, lo que más le gustaba hacer en esa etapa de su vida en su tiempo libre era BAILAR.

Era una espinita que tenía clavada, porque durante el tiempo que estuvo casada, en sus dos matrimonios, por distintos motivos, casi no pudo hacerlo, y ahora que estaba sola, sin que nadie la esperara, ni maridos ni niños, lo que más le apetecía era salir a bailar.

Vivía sola, pero nunca se sentía sola, nunca se aburría. Tenía buena relación con su familia, tenía amigos y amigas, salía cuando quería y cuando no le apetecía salir, disfrutaba de un buen libro o de una buena película, o de ambos, sin necesitar a nadie, disfrutando de su soledad cuando así lo deseaba.

Estaban llegando a la discoteca, era una de moda en el centro de San Sebastián, donde no había adolescentes, la edad mínima era a partir de 30 años, y había gente de hasta 50, así que ellas no desentonaban, no se sentían fuera de lugar como en las discos donde había chicos y chicas de apenas 18 ó 19 años (la edad de sus hijos, por cierto, gemelos chico y chica, estudiando ambos en el extranjero y con muy buenas notas, por fortuna!)

Mientras sus amigas bromeaban y reían a carcajadas, ella sonreía y les seguía la corriente, pero en realidad estaba haciendo un repaso mental de los hombres que habían pasado por su vida de soltera:

Hubo uno que le había gustado bastante, salieron un par de veces, era amble, educado, galante, romántico, no fumaba y lo pasaban muy bien juntos, él la hacía reír mucho y eso a ella le encantaba, valora mucho el sentido del  humor en una persona.

No había habido sexo todavía pero se atraían, sólo se habían dado algunos besos, pero ella, no sabía muy bien porqué, no seguía adelante, no porque fuera puritana o mojigata, pero había algo que la frenaba, no sabía exactamente qué era. Él le había dicho que esperaría a que ella estuviera preparada, comentó que le gustaban sus besos, que nadie le había besado así, que lo hacía de forma muy sensual y muy especial, que le encantaban y, en fin, parecía que las cosas iban despacito pero adelante.

Hasta que un día, no recuerda muy bien cómo fue la conversación, hablaron de política, y ahí se acabó todo de raíz: eran completamente incompatibles y así se lo hizo ver Paty. Él insistió, diciendo que podían respetar mutuamente sus opiniones, pero ella vio que ideológicamente sus diferencias serían siempre irreconciliables y cortó la relación con él, aunque seguían como amigos, chateando y bromeando.

Después había habido otro que había insistido mucho en salir con ella. Fueron a un concierto, otro día al cine, otro a cenar, pero era bastante más joven que ella, y no le acababa de gustar, no por la edad, sino porque no la llenaba, se estaba divorciando en aquel momento y le pareció frío y calculador cuando le explicó algunos detalles, así que la cosa no funcionó y tampoco pasó con él de algunos besos, que a ella no le disgustaron, pero que para nada la hacían temblar y sentir como a ella le gustaba cuando estaba con alguien que realmente le importaba, así que … también cortó por lo sano. El quiso insistir, pero ella lo tenía claro, sólo amigos. Así que también chateaban y bromeaban, pero nada más.

Uno de los amigos “de toda la vida”, casado con una amiga, pareja con la que se veían con frecuencia junto con otras parejas de matrimonios, cuando estaba con su segundo marido, la llamó un día diciendo que estaba al lado de su trabajo y si podía salir a tomar un café. Pensando que era algo casual, que pasaba por allí y había aprovechado para pasar a verla, bajó muy contenta por el detalle, alegre de verle, y pensó ¡qué majo, qué detalle pasar a saludarme!.

Tomaron café y charlaron un poco de todo, pero luego ella vio que lo que él quería era otra cosa… Bueno, empezó a preguntarle que cómo estaba, que si necesitaba algo él estaba allí dispuesto para ayudarla en todo lo que pudiera. Pero después él le cogió la mano y le dijo que estaba más guapa que nunca, que no entendía cómo su marido la había dejado escapar así, que a él siempre le había parecido una mujer muy sexy y muy interesante y que si en algún momento se sentía sola ….. Ella no le dejó terminar, soltó su mano, cogió su bolso y le dejó con la palabra en la boca.

¡Estaba indignada! Le tenía por un buen amigo, pero se había comportado como un cerdo, como un buitre al acecho, pensando que se echaría en sus brazos desesperada. ¿Por quién la tomaba? Ella no necesitaba a nadie, se bastaba a sí misma, y ahora por culpa suya, ella tenía un problema: no sabía qué hacer. ¿Le decía a su amiga lo que había pasado? ¿No le decía nada? Hiciera lo que hiciera su amiga sufriría, así que tenía un buen dilema, y aún no había tomado una decisión al respecto…… Pero en el fondo sabía que su amiga por lo menos merecía saber con quién estaba casada. ¿O quizá no?

Después pensó ¿Quién era ella para entrometerse…..? Al día siguiente su amigo la llamó, para disculparse, no sabía lo que le había pasado, le rogaba que no se lo contara a su mujer, que él amaba a su esposa y que no quería hacerla sufrir, que había sido sólo un mal momento, estaban pasando un pequeño bache en su matrimonio, los problemas, los niños, pero nada que no se pudiera solucionar. Por favor – le dijo - no le digas nada, déjame solucionarlo a mi manera….

Y así estaban las cosas de momento, así que ella seguía sola, sin necesitar a nadie para nada. Ni siquiera para el sexo. No le gustaba el sexo con desconocidos o con personas por las que no sentía nada, así que ella era totalmente autosuficiente. Su vida sexual era buena, ella sola sabía como nadie satisfacer sus necesidades y deseos, era una mujer ardiente, que gozaba de su sensualidad y su sexualidad de forma sana, sin prejuicios, y con frecuencia  se daba placer, sin sentirse culpable por ello y gozando de lo lindo cuando así le apetecía.

Una de sus formas preferidas de darse placer era en la ducha. Tenía una columna de hidromasaje, con la que enfocaba los chorros donde más le apetecía, relajaba su cuerpo, su espalda, sus muslos, sus pechos, acariciaba sus pezones, hasta que se ponían tan duros que hasta le dolían un poco, los tenía muy, muy sensibles.

Entonces cogía la ducha – teléfono, con la presión y el chorro de agua regulables a la medida de cada uno, se sentaba cómodamente en el pequeño banco que tenía la columna de hidromasaje y al mismo tiempo que los chorros le masajeaban agradablemente su cuerpo, ella con la ducha se dirigía a su sexo, su clítoris y su vulva, que ya estaban preparados para recibir la caliente caricia, al ritmo que ella marcaba moviéndose acompasadamente para darse placer.

Tenía que sentarse, porque el placer que sabía darse era tan intenso que quedaba desfallecida y una vez a punto estuvo de caer de bruces en la ducha, así que desde entonces, sabiendo cuán intensos eran sus orgasmos, se sentaba para no perder el equilibrio.

No le gustaba ver pelis porno para animarse, ni cuando estaba en pareja, como hacían muchos de sus amigos. Ella no lo necesitaba para excitarse y generalmente le parecían de bastante mal gusto, las pocas que había empezado a ver no las había terminado.

A veces, al acostarse, rememoraba momentos de pasión vividos y jugando con la imaginación, se acariciaba como sólo ella sabía hacer, llegando al clímax sin ninguna dificultad y sintiéndose completamente plena, sin necesidad de compartir estos momentos de intimidad si no era con alguien especial.


Pero sí que había alguien que….bueno, no era nada, él no le había hecho ni caso, ni la había mirado. ¡En fin, no le intereso! – pensó. Sólo vienen a mi los que no me pueden aportar nada. Para eso ya estoy bien como estoy, como dice mi madre: ¡mejor sola que mal acompañada!


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6 comentarios:

  1. Muy bien, rompiendo tópicos. Siempre había oído decir que las mujeres de más de 40 eran invisibles. Pues parece que no es cierto, esta mujer promete. Bien por Paty!

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  2. Cierto, tienes razón, parece que sólo puedan ligar, ser guapas y estar buenas las de 18 y poco más, pues no, todas las edades pueden ser interesantes. Las cuarentonas también tenemos derecho a pasarlo bien, aunque de momento Paty pareceque ya está bien sola. Y se lo pasa de rechupete en su ducha, me ha dado ideas, je je....

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  3. Hola, aquí yo vo varios tópicos: mujer de más de 40, creo que es de color (lo digo por las fotos) y además no busca pareja de momento, es autosuficiente, incluso sexualmente ..... y parece un poco "dura y castigadora" con los hombres. Pero hay alguien que le hace tilín y al parecer no le hace caso, veremos lo que pasa, estoy muy intrigado, pero la escena de la ducha me ha puesto muy cachondo y le haré proposicones a mi chica para hecer cositas a duo ....uuuuuuuummmmmmm!

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  4. Bien por Paty!!!! Esa mujer madura, independiente y autosuficiente en todos los sentidos, segura de sí misma, rompiendo topicos!!!! Me encanta!!!! Estoy deseando leerme el siguiente capítulo, esta historia promete...

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  6. En el sexo las cosas hay que ir despacio sin prisas y en la constancia de poder realizarlas. Veo en Paty una mujer que sabe bien lo que quiere y desea pero aun no lo ha encontrado y espero que lo consiga.........

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